Luz entre gris


Sus dedos caían como gotas de lluvia sobre las teclas del piano, cual desgarradora llovizna que humedece hasta el alma más seca, más agobiada, más destrozada. Así como la lluvia que mata a las flores más fértiles, también le da vida a las más curiosas o incluso a los hongos pintorescos y pálidos que crecen entre el barro, pero no, tan solo les brinda dicha oportunidad entre todo ese caos desesperanzador, por que aún así, siempre hay un rayo de luz para quien sabe mirar, para quien sabe esperar. Era una melodía dulce, cegadora, tentadora y un poco triste, una caricia melancólica tal vez. Se imaginaba un ligero bosque, donde las plantas y toda hierba brotaba con ímpetu sobre la tierra negra y fértil, las gotas que se desprendían de la nube espesa surcaban su piel suavemente como dibujando un mensaje indescriptible. La luz llegaba pero aún así era difícil ver por la brisa, el sonido ensordecedor le daba un ritmo característico a esa sucesión de notas que no se detenían, podía sentir el palpitar de cada nota en su boca y en su cuerpo, como si conociera la nota próxima a escuchar. Sentía sus pies descalzos rozando la tierra y el pastizal, a cada paso y a cada nota. Sentía como si sus manos pudieran tocar aquel piano y que poco a poco esas teclas blancas y negras se convertían en tiernas hojas de un verde tan brillante, las hojas de un árbol tan inmenso con una corteza tan tosca que difícilmente podrían arañar sus débiles uñas. Podía sentir las porosas paredes de una caverna de piedra donde contemplaba mejor ese paisaje, la lluvia derramándose sobre toda esa mancha verde y negra, tan solitario, tan silencioso, tan vivo y tan animado. Podía sentirse insignificante y a la vez con un gran privilegio. Contemplar aquello que los demás ignoran es algo fabuloso, a veces las personas no se detienen en el momento adecuado para hacerlo. Pasa también con las personas cuando no se les aprecia de la mejor forma, por que al igual que todo; “las experiencias son terriblemente únicas” pensó.

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