Espiritual

No hay nada comparable a la magia de presenciar de cerca su sonrisa, especialmente cuando ese par de ojos café parecieran fundirse con los míos a la distancia de unos centímetros sin ningún parpadeo, tal vez interrumpiéndose tan solo por una dulce caricia o por una carcajada espontánea. Su presencia alimenta mi espíritu, me hechiza con su tacto magnético, tan adictivo y tan esencial. Hay tantas cosas que no puedo decir con palabras, pero que se manifiestan con lo que hago y hay tanto detrás de esos besos en su frente, en sus ojos, en su nariz, en sus manos y en su boca.


Sus besos saben como dominar mi cuello con la suavidad de sus labios y la calidez de su voz cuando me susurra un “te amo” tan tierno y tan sincero que hace que mi alma tiemble entre sus brazos. Me gusta acariciar sus pies y recorrer de punta a punta su piel, besando cada rincón, cada lunar y así mismo a toda ella. Sus manos buscan las mías en la oscuridad de la noche cuando duerme, tanto como mis brazos buscan los suyos al anochecer; a mi pecho le gusta estar cerca al suyo, escucharle latir y palpar su piel tiernamente. Hay tanta tranquilidad cuando me brinda su compañía, cuando entrelaza sus manos con las mías o cuando se recuesta en mí. Ella aprecia cada muestra de afecto que con su hermosa mirada me genera. Se enciende la  pasión como ardiente llama entre tanto frío, nos atrae y nos seduce insaciablemente. Sus mejillas son tan suaves y no puedo negar que me encanta ver sus expresiones, especialmente cuando la tomo por sorpresa y le robo unos cuantos besos y eso, desencadena mucho más, alimentando nuestros espíritus...

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