En el gran templo

Las ramas irrumpían abruptamente la ventana de madera, el viento se colaba por allí y las flores blancas eran arrojadas dentro de la habitación. Era luna nueva, las polillas se escuchaban aletear sobre las oscuras hojas del árbol, pero él no podía distinguirlas. Se estaba enterrando las uñas de las manos, unas bajo las otras; lo calmaba. La estatua del salón seguía desmoronándose, trozos de mármol estaban esparcidos por el suelo y el martillo estaba ligeramente doblado. Quedaban pocas velas encendidas, estaban próximas a consumirse. Sus manos seguían lastimadas y temblorosas. Escuchó un ruido extraño, venía de afuera, corrió a la ventana para ver de donde provenían los sonidos. Las ramas no fueron impedimento para ver. Las otras estatuas que había destruido y enterrado, cual cadáveres, se habían levantado de sus tumbas improvisadas, se movían brusca y lentamente, estatuas danzantes, efigies sin vida, trozos de mármol seguían colgando de algunas de sus extremidades. Se sintió confundido, no lo podía creer, una risa nerviosa se le escapo, luego sintió terror, seguía en el templo, creía haber destruido la ultima de las pálidas estatuas paganas, pero al voltear, se horrorizo. La diosa decapitada estaba a sus espaldas.

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