Su perfume era en realidad esencia de vainilla la cual frotaba por su cuello, pecho y su entrepierna. Se miró al espejo mientras se ponía el vestido de satén naranja y un par de sandalias café. Se hizo una coleta dejando su nuca y ese lunar al descubierto. Abrió la puerta y salió, era verano, el arrebol se distinguía por entre las siluetas aleatorias del horizonte. Vio tres cumbres de arena, de las cuales varias estelas de sangre se desprendían de la base, como pequeños vestigios del fluir de un río sanguinolento. Al caminar escuchó una pelea en el estacionamiento, un sujeto de piel tan blanca como el duro mármol, escupía sus dientes al contacto de los golpes más suaves que ella hubiera visto. Entró al hotel y tomó una rosa anaranjada abandonada en la recepción, la despojó de sus hojas y sus espinas antes de hundirla en su melena y dejarla reposar en su oreja derecha, allí donde le gustaba tanto escuchar los susurros de sus confidentes. Cruzó para llegar al elevador, en una esquina yacía una muñeca sucia y de cabello enredado sobre un preservativo usado, se miró en el empañado vidrio espejo del elevador, manchas de labial, sangre, sudor y semen salpicaban el cristal. El lugar donde los niños no pierden sus juguetes, sino donde los juguetes pierden a sus dueños. La suerte puede pisarle los tobillos a las sombras hasta torcerlos y después de lisiarlas hundirlas en la penumbra con el peso de una huella trascendental. De pronto se encontró rodeada de individuos, los rostros se le hicieron tan diferentes como similares, no podia distinguir a nadie en concreto, no podía asimilar ninguno de los patrones faciales. Sintió que vomitaría, salió al balcón, el sol se había escapado, las luces artificiales iluminaban su rostro, tal vez en algún punto había olvidado lo que alguna vez quiso y alguna vez tan solo quiso conformarse con lo que podía obtener, hubo un momento en su vida en la que dejó de tomar café y entonces,
le ganó el cansancio, ya no hubo fuerzas para resistirse a los golpes de
la vida. Se vió a sí misma caminando entre toros decapitados sobre tierra cubierta de aserrín, se vió barriendo la mugre de vuelta a la calle como quien le escupe al cielo...
Un texto curioso...
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