Descargó toda su punzante irá con un par de ambiguas palabras que pudieron dibujarse por su aliento en en la fría neblina. Al otro costado, se encontraba un cuerpo desnudo sobre la acera, el dedo pulgar de un pie descansaba sobre los labios secos y resquebrajados del cadáver, de pronto, fue cubierto por un puñado de pétalos rojos blancos y rosados, las manos y pies estaban atados por alambre de puas corroido por el oxido. Tomó un par de fotografías desde diferentes angulos y se fue, era su arte, una escenografía, un cuadro previamente vivo que curiosamente tomaba vida ahora que su protagonista habia muerto.
Le gustaba dibujar y retratar la muerte y sufrimiento mismo en las pieles ajenas, buscaba rostros, buscaba manos, buscaba torsos, buscaba cuerpos que le conmovieran y motivaran, buscaba candidatos, buscaba inspiración, buscaba una belleza incompleta para anexarle su visión, para hacerse con ese nuevo ser, para transformarlo en su propia obra. Para él, todos eran lienzos en blanco, que el arte más bello es donde la sangre se deslizaba con sútil delicadeza por el lienzo, cual macabra caricia.
Ya había conseguido a su tercera victima, pero era hora de irse de la ciudad, era la regla, no podía estar más de un mes, ahora iría a una ciudad lejana y alejada de las urbes, de otra forma, la policía lo buscaría o se pondría más sospechoso. Para él todo esto era casi religioso, de alguna forma trataba de transmitir algo en lo que hacia, él lo notaba, aprendía sobre sí mismo, era un pequeño culto a lo tétrico, un ritual que le acompañaba desde hace mucho tiempo, su arte la consideraba modesta pero aún así habian muchas personas interesadas en su trabajo, pues sus lienzos se esparcen como un germen entre los fervientes corazones de los hambrientos y delirantes espectadores clandestinos.
Me recordó al libro "Nadie lo conoce", buen texto.
ResponderEliminar¡Gracias! si, bueno, historias así como las de ese libro, me llaman mucho la atención.❤
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