Creo no ser el único que siente que la vida lleva estampada la vileza del tiempo y la constante degradación que las tajantes agujas del reloj, bracean sobre nuestras cabezas muchas veces sin atizar ningún golpe, muchas veces decapitado o casi degollando a un incautó en el camino con la mar de las crueldades. El hombre dentro de su entendimiento, suele ser tan frágil cuando el agobio incrustado en su espalda similar a un alfiler oxidado sobre un desgarrado muñeco voodoo, pierde las energías y motivaciones, cae desplomado igual que una hoja seca y restallante que es arrojada encima del lodo áspero y seco de un bosque casi impiadoso, sin embargo y de la misma manera en que los dientes de león esparcen sus semillas con la brisa más cándida a través de la gris acera y a través de la interminable arboleda multicolor de almas impolutas, conglomeradas, florecientes, desteñidas, abandonadas, rotas y embarnizadas, lo hacen también las ideas, la esperanza, el conocimiento y la motivación que de los docentes emana con su ferviente dedicación, porque en vez de subestimar y/o despreciar a la juventud, cosa que tan fácil queda para algunos, los docentes logran ver más allá de los defectos con sus ojos de águila a pleno vuelo despejado en el brillante manto azul, les basta poco para transmitir la calidez y confianza que los estudiantes necesitan para crecer y desenmarañar sus raíces por entre el enlozado camino de espinas que se aprecia en el delgado y tambaleante puente de esterilla que representa la misma existencia, porque más allá de enseñar un par de números con símbolos arabescos o alquímicos monocromáticos, un par de palabras y acentos extranjeros pantomímicos, un par de coloridas diapositivas con párrafos de dos metros, un par de conceptos y algo de lógica de entre los libros de los anaqueles del taller; lo más remarcable de su labor es precisamente el hecho de poder brindar la idea de creer en el desarrollo humano de cada individuo y la fidelidad de sus propias ideas, de poder materializar sus sueños, de brindar toda la ayuda posible y ser también un amigo con el que se pueda contar, y es que la docencia es una tarea tan difícil como tan bella, digna de admiración, como tan vital para una sociedad encaminada al progreso y entendimiento mutuo, porque en un país donde parir muertos es tan común, donde sembrar odio es tan habitual, donde la cultura del puño supera a la del arte, donde la injusticia es tan corriente, donde las alternativas se cuentan con los primeros dedos de la mano, donde el terror hace parte del paisaje y donde la fragilidad se cobra con el mayor amargo de los sabores y donde no hay nadie para brindar una mano tolerante imbuida de esperanza que aleje por un momento el rugido de las balas o el crujir de las bombas y porque a pesar de existir todos los impedimentos para soñar y para vivir, están ellos los docentes, porque aún entre errores y aciertos siempre hay algo que aprender, algo que apreciar, algo que agradecer de la manera más sincera. Hoy insolentemente me tomo el atrevimiento de regalar mis palabras a modo de un corto y miserable homenaje, tan sencillo, tan simple, tan honesto y tan respetuoso como mis palabras me lo permiten al ensamblarlas torpemente como fichas de Lego.
Gracias por tanto.
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